Una de las facetas más inquietantes de las adicciones esotéricas tiene lugar en el campo del «contacto». De la misma forma en que existen manticodependientes incapaces de tomar decisiones sin consultar a su vidente personal, existen adictos a otro tipo de prácticas esotéricas como la psicografía, las psicofonías y otras formas de «contacto».
Lo importante en estos casos, en mi opinión, no es el origen del supuesto fenómeno, sino la repercusión emocional que provoca en el experimentador. Citaré nuevamente un ejemplo personal.
Las psicofonías del caballo espectral
Entre 1983 y 1986 desarrollé una investigación sobre el fenómeno de las psicofonías (en su primera fase, en colaboración con el grupo de investigación Fénix) que incluía experiencias con distintos tipos de micrófonos, lugares de experimentación, medidas de aislamiento (micros de control remoto, cable coaxial, jaulas de Faraday), etc.
Además de nuestras propias experiencias, también recogimos grabaciones efectuadas por otras personas. Una de esas grabaciones fue realizada en 1984, en un pueblo de Pontevedra.
En la cinta magnetofónica se había registrado con bastante claridad un sonido rítmico (toc, toc, toc…) que la experimentadora interpretaba como los cascos de un caballo sobre el pavimento. Según esta joven, apasionada por el ocultismo, la supuesta psicofonía era una especie de mensaje del más allá.
«Hace unos meses —relataba ilusionada— murió un vecino que todos los días iba a trabajar en su finca, más abajo de Marín. Pasaba muy temprano por aquí, y yo recuerdo que ya de niña escuchaba desde mi cama su caballo. El ruido que hacían los cascos del caballo era como este. Yo creo que es el mismo…»
Cuando pudimos examinar el lugar donde se había realizado la grabación, en la misma casa de la joven, el misterio fue resuelto. La grabadora, un sencillo magnetofón con micrófono incorporado, se había colocado sobre una gran mesa de madera que ocupaba casi toda la sala. Al otro extremo de la mesa, junto a un gran jarrón de Sargadelos, aún permanecía un imponente reloj de bronce. No fue complicado comprobar que el rítmico sonido de los «cascos del caballo fantasmal» se correspondía exactamente con el tictac del reloj. La vibración del reloj se había desplazado a través de la madera de la mesa hasta la mismísima membrana del micrófono, registrándose en la cinta con toda claridad.
De poco sirvieron nuestras explicaciones. Esta joven continuó sus prácticas psicofónicas interpretando de forma espírita cualquier sonido que captase su grabadora. «¡Esto no puede ser un reloj!», nos dijo en más de una ocasión refiriéndose a otras grabaciones.
Podíamos explicar cada una de sus experiencias, que obedecían a un sinfín de razones; residuos en la banda magnética, ondas hertzianas que se introducen en la grabadora, sonidos ambientales, etc., y aun así esta joven, que encontraba en las psicofonías una emoción con la que sobrellevar la monotonía del secretariado de una clínica, continuaría interpretando de forma sobrenatural la siguiente experiencia.
A pesar de que la mayor parte de sus grabaciones puedan responder a causas físicas convencionales, para ella suponen una prueba irrefutable de que existe un más allá. Y el contacto periódico con él es una práctica absolutamente necesaria en su vida.
Esa «inocente» costumbre de realizar prácticas paranormales puede desembocar en desenlaces mucho más dramáticos que la malinterpretación de fenómenos físicos explicables. De la mano del conocido experto en psicofonías Sinesio Darnell, recogía el siguiente caso.
—Ocurrió aquí, en Cataluña —me explicaba Darnell—, a un alumno mío. Había comenzado tiempo atrás a experimentar por su cuenta, intentando obsesivamente obtener psicofonías a todas horas; desafortunadamente, había obtenido resultados positivos.
—¿Por qué dices desafortunadamente? ¿No se supone que lo que un experimentador busca son precisamente resultados positivos?
—Una cosa es experimentar con un interés científico, y otra muy distinta «jugar obsesivamente a la parapsicología», porque el que juega con fuego, termina por quemarse…
—¿Qué le ocurrió a ese amigo tuyo?
—Verás, con frecuencia, quienes investigamos las psicofonías hemos obtenido grabaciones amenazantes: «Vas a morir», «¡Te mataré!» y cosas similares. A este joven le tocó vivir esa experiencia. Si no estás acostumbrado, puede llegar a ser realmente desagradable. En su caso, una voz lúgubre lo amenazaba de muerte en una psicofonía, y fue tal el terror que le inspiró la grabación, que cayó en un proceso depresivo y autosugestivo que desembocó en un suicidio…